Por RODOLFO RAYÓN RODRÍGUEZ
Alcanzar ésta condición puede ser el resultado de un proceso que satisface necesidades religiosas, anhelos morales, reivindicaciones, pero también figura en el límite de lo imaginario. Para una parte importante de la población, los héroes más auténticos de los tiempos modernos son los campeones deportivos.
Dentro del ámbito nacional podemos hablar de aquellos que brillaron durante una época, y que satisfacían la condición de ser ídolo, un ser querido por todos, disponían de esa magia para mover multitudes delirantes.
Brilló en su momento durante una época sin radio y televisión: Rodolfo “Chango” Casanova, / 1915-1980) conocido gracias a la prensa escrita, era amado por las multitudes, su final nada tiene de relevante, oriundo de Guanajuato su familia vino a la capital, vivió sus primeros años en calles de La Lagunilla, barrio popular donde trabajó en una nevería para subsistir. Por su peculiar figura física, de alargados brazos y cuerpo pequeño se ganó un adjetivo en el barrio. En cada pleito encontró su habilidad para el pugilismo, después de avasallador comienzo figuró en las principales arenas del país; le bastaron 33 peleas antes de llegar a la oportunidad de título mundial con Freddie Miller en Los Ángeles, mismo que perdió por decisión. Fue en Montreal donde enfrentó al boricua Sixto Escobar en juego la corona de peso gallo, dos escuelas diferentes, el clásico estilo del fajador por el estilo un tanto europeo. Por la cantidad de nocaut, el Chango, era favorito, pero escapó a la celosa mirada de Luis Morales y pasó buena parte de la tarde libando. La derrota era obvia, con 35 mil dólares dio rienda suelta a su inclinación y sí, recibió otra oportunidad ante Henry Armstrong; su triste final vivir de caridad. Pero en el plano deportivo, los aficionados aún le recuerdan con cariño.
Raúl Macías Guevara (1934-2009), ha sido y es una figura popular de. barrio de Tepito, y mientras unos despilfarraron su fortuna, El “Ratón” es una excepción, se erigió como figura y su retiro fue sentido, con una brillante carrera por delante cumplió una promesa formulada su señor madre. Supo mezclar la habilidad con su carisma y sencillez para convertirse en ídolo de multitudes.
De niño vendía los zapatos que su padre fabricaba, pero su destino lo dictó ser mensajero de Luis Andrade quien a la postre se convirtió en su representante. De alguna manera siguió el ejemplo de sus hermanos que practicaron el pugilismo, a los 14 años se ganó el mote que lo inmortalizó en los libros de boxeo. Su manager José Hernández y Adolfo “Negro” Pérez, lo entrenaban en el gimnasio Jordán de Arcos der Belén y concluyeron que su “sparring” fuera un peso completo, éste corrió por el ring y se metió entre sus piernas para evitarlo originando que los espectadores le llamaran Ratón.
Quienes lo vieron boxear quedaron encantados por su forma de boxear, fue a los Centroamericanos de Guatemala, ganando bronce, Panamericanos en Argentina y culminó en Helsinki en 1952. Se dijo que los jueces favorecieron a Genaddij Garbusov y terminó sexto. Fue recibido como héroe y a partir de ahí inició su camino de ídolo. El 10 de noviembre de 1952, su primera pelea, buena parte del país se paraliza, a los 21 años disputó el campeonato de la ANB (Asociación Nacional de Boxeo) y venció al tailandés Chamrern Songkitrat en San Francisco.
El monumental recibimiento en México y ese ímpetu no disminuyó pese al nocaut en tres rounds ante Billy Peacock -la noche que México lloró- el Ratón terminó con fractura de maxilar. Entre los presentes, María Félix, Cantinflas, Pedro Infante y Agustín Lara. Pero la verdadera base estaba consolidada en los barrios. Siempre lo dijo con orgullo, “en los años 50 goce del cariño de las abuelitas que solían prender veladoras para que ganara”. Cuando llegaba a encontrarlas en la calle les decía “¡ay madrecita, el día que no me puso una veladora me rompieron la maraca!”.
No obstante, su brillante carrera, el 28 de febrero de 1959 vence por decisión a Ernesto Parra en la Arena México y habló de su retiro ante 17 mil aficionados. Su determinación obedeció por una promesa con su madre. Ella padecía de diabetes y a sus hijos mayores les gustaba boxear, por ello le pidió que colgara los guantes.
“Cuando mi madre enfermó yo pensé que no se iba a levantar, me retiré y murió a la semana. En su memoria no regresé pese a las cuantiosas ofertas”, para Raúl el éxito de su carrera “todo se lo debo a mi manager y a la virgencita de Guadalupe”. Su inmaculado legado resulta difícil de creer en un pugilista, la muerte le alcanzó el 23 de marzo de 2009.
Dentro de la condición de ídolo encontramos a José “Toluco” López Hernández (1932-1972), es de los pocos pugilistas que merced a su carisma y habilidad dentro y fuera del cuadrilátero supo ganarse el cariño de la afición. El aprecio trascendió la esfera deportiva cuya trayectoria llegó a ser reconocida por el expresidente Adolfo López Mateos, asiduo seguidor del boxeo. Su dispendio por la vida lo hizo terminar de manera prematura para el oriundo de Real del Oro, Estado de México.
Vino a la capital a los seis años donde dio sus primeros pasos como boxeador, le sirvió para encarnar los mismos valores reflejados por los ídolos del cine de oro nacional como Pedro Infante, esta actitud le hizo ganarse el aprecio de las clases populares. La nobleza expuesta abajo de los encordados se transformaba en auténtica fiera, esa característica le abrió el camino en las 118 libras, se fue consolidando como la figura del héroe popular, le permitió estrechar lazos amistosos con personalidades del medio artístico. Javier Solís fue uno de sus amigos cercanos, el vínculo con el rey del bolero ranchero fue ampliamente reconocido. Fue también cercano a estrellas como Pedro Infante, María Victoria o Libertad Lamarque. El gusto por la música caribeña y el baile le llevó a entablar amistad con buena parte de los integrantes de la orquesta cubana Sonora Matancera.
Su primera noche gloriosa la vivió en mayo de 1955, tenía 22 años, Fili Nava era el rival a vencer, después de doce rounds la decisión de los jueces le favoreció y se adjudicó el campeonato nacional gallo, bien pudo llegar a una pelea titular pero su nula ética deportiva le negaron la oportunidad.
Fue en 1957 cuando el empresario griego George Parnassus en 1957 organizó un torneo buscando que el campeón franco-argelino Alphonse Halimi, tuviera retador. El Toluco superó las llaves del mismo y cuando le propusieron un encuentro preliminar con la consigna de arreglar el resultado, José se negó. Habría de generar una saga muy recordada por los aficionados, José Medel orgullo de Tepito. “El Huitlacoche”, el 1 de agosto perdió decisión dividida, lo que provocó una revancha, pero el ritmo de vida del púgil le hizo caer por nocaut en 1960 y aunque el triunfo fue para Medel también significó el descenso en su carrera. Haber derrotado al ídolo le ganó el odio de los aficionados, anécdota narrada por Raúl Macías.
Su única herencia a su familia, un reloj y una esclava de oro con su nombre, obsequio del Lic. Lóperz Mateos, desilusionado se inclinó más a la bebida y falleció el 16 de diciembre de 1972 a la edad de 40 años. El funcionario fue su seguidor y “Toluco” llegó a dedicarle algunas victorias en su carrera profesional.
Allá por la década de los 60s nace otro ídolo, Rubén Olivares Ávila nacido en 1947, sin duda ha sido el máximo exponente de la categoría y que conquistó el corazón de millones dada su reputación de guerrero, noqueador y “pisteador” insaciable. El Púas, múltiple campeón y considerado como el mejor peso gallo de todos los tiempos, poseedor de pegada descomunal con ambas manos, logró numerosas victorias por nocaut, muy popular entre los mexicanos, era considerado el mejor hasta la aparición de Julio César Chávez. Comenzó a escalar el panorama internacional después de vencer al ex campeón Salvatore Burruni, superó a Manuel Arnal, Bernabé Fernández en Los Ángeles y Takao Sakurai. Fue su credencial de presentación con los mexicanos de Allende el Bravo y la oportunidad titular le llegaría con el maorí Lionel Rose en El Fórum de Inglewood, el 22 de agosto de 1969. Dan Fraser el brazo derecho de Parnassus, temía que el público se enardeciera luego del capítulo donde Rose venció a Chucho Castillo, en el camerino de Olivares, le explicó su temor y “El Púas” muy seguro le respondió “a ese indio yo le rompo la cara”. Esa noche, Rubén habría de convertirse en campeón mundial.
Vino una trilogía de combates con Chucho Castillo quien por su estilo parecía un “chapulín” por su constante brincoteo, la primera ganó en 15 asaltos, no obstante visitar la lona, en la siguiente sufrió un corte en el primer round y en el 14, el combate fue detenido. Castillo era nuevo monarca gallo ante la felicidad de la “Coneja” López, el Dr. José Luis Valenzuela y Juan José Torres Landa como apoderado. En la tercera edición, visitó el tapiz, se recuperó y terminó con la diestra en alto.
Los mexicanos en la división gallo, no creían en nadie y llegó la oportunidad para el oriundo de Huáscato, Rafael Herrera, el 19 de marzo de 1972 noquea a Olivares en ocho asaltos, hubo una segunda contienda, pero el tapatío se impone por decisión. Podemos sintetizar que Olivares significó el símbolo de la perseverancia, talento y coraje que lo definió como un gladiador, su historia es que, tanto en el ring como en la vida, la gloria pertenece a quienes se atreven a soñar en grande.
Después de lo anterior, tenemos a Julio César Chávez González, es el máximo exponente del estilo mexicano que llevó el nivel de adoración a dimensiones no concebidas, por sus dramáticas peleas, consiguió el sitio más privilegiado y la inmortalidad dentro del boxeo mexicano. El nacido en Ciudad Obregón el 12 de julio de 1962 en su carrera obtuvo los títulos superpluma, ligero y superligero, fue reconocido por su poderoso gancho al hígado, incesante presión y una mandíbula a toda prueba, considerado el mejor libra por libra en la década de 1990 y también el mejor boxeador mexicano en la historia,
Chávez como sus antecesores en este nivel, paraliza a toda la nación cuando peleaba, al grado de bajar los índices delictivos. Kid Azteca quien a la edad de 18 años lo vio participar en un torneo le augura un brillante futuro y no se equivocó. En 12005 perdió con Grover Wiley, debido a una vieja lesión en la mano diestra, hubo quienes adujeron que su adicción a la cocaína, lo perjudicó y dijo a su promotor Bob Arum era el final de su carrera.
Considerado el mejor de todos los tiempos, Mike Tyson durante una cena del CMB enfatizó que “Chávez fue el mejor de su generación y uno de los cinco mejores en la historia. Entre las consideraciones figura como gran golpeador similar a Jake LaMotta, Marvin “Marvel” Hagler, una quijada resistente y difícil de derribar
Ganó cinco títulos mundiales en tres divisiones de peso: CMB peso superpluma (1984), AMB peso ligero (1987), CMB peso ligero (1988), CMB peso superligero (1989), IBF peso superligero (1990) y CMB peso superligero (1994); y peleó
por el título mundial CMB peso wélter en dos ocasiones (1993 y 1998). Entre los campeones del mundo a quien Chávez derrotó se encuentran: José Luis Ramírez, Rafael Limón, Rocky Lockridge, Meldrick Taylor, Roger Mayweather, Lonnie Smith, Sammy Fuentes, Héctor «Macho» Camacho, Juan Laporte, Edwin Rosario, Greg Haugen, Tony López, Giovanni Parisi, Joey Gamache, y Frankie Randall (quién le había arrebatado a Julio César el cinturón y el invicto sólo cuatro meses antes). Perdió oficialmente contra tres campeones, Frankie Randall, Óscar De La Hoya (en dos ocasiones) y Kostya Tszyu. «Empató» con otros dos: Pernell Whitaker y Miguel Ángel González. En diciembre del 2010, Chávez fue elegido junto con Mike Tyson, Kostya Tszyu y el actor Sylvester Stallone para ingresar al salón de la fama del boxeo.