EDWIN VALERO, ¿JUSTICIA DIVINA?
Por CP MANUEL CASTRO LÓPEZ
Con tristeza y con una mezcla de rabia me fue inevitable conocer del hecho que el boxeador de origen venezolano, Edwin Valero, se había quitado la vida después de haber dado aviso a la policía del asesinato de su esposa a manos del mismo.
Me resulta sorprendente pero no desconocido el hecho, fue este joven una víctima más del desdén, la apatía y la soberbia con que la sociedad creada y manejada por los dueños del dinero margina a los hombres y mujeres que nacen y crecen dentro de los cinturones de pobreza que existen en casi todas las ciudades del mundo.
Hombres y mujeres con diversos orígenes, díganse estos hijos de matrimonios disfuncionales, hijos de indígenas, hijos de madres solteras, hijos de emigrantes, de alcohólicos, prostitutas o asesinos. Vidas que desde su primera luz se ven sujetas al infortunio, las carencias y una desigualdad que no les permite repartir sus horarios en tiempos de trabajo, esparcimiento y formación.
Desigualdades que sí marcan diferencia y forjan carácter frente a una vida que hay que vivir dígase lo que se diga. Pero la vida como tal, con sus derroteros, obliga a hacer y a ser camino en pos de un éxito que a veces se consigue o llega mocho.
Tal fue el caso de Edwin y su oficio, a caso éste el mejor para ejemplificar la lucha y los golpes contra la vida que se ha ensañado con uno y que arriba de un ring encarna esta en los contrincantes a los que hay que vencer cueste lo que cueste.
Y así venciendo rápida y contundentemente a los adversarios es como se patentiza el hambre de ser alguien, la infortunada ambición de olvidar lo que fuimos sin sospechar siquiera que mientras olvidamos el pasado nuestro futuro se avizora oscuro e incierto.
Por eso la sociedad, esa que ostenta el poder y el dinero no deberían rasgarse las vestiduras con fatalidades como la de Edwin. Mientras esa sociedad siga considerando a los que menos tienen sólo como el traspatio de su conciencia seguiremos teniendo campeones sin corona y hombres con rabia frente a la vida.