SURACE, EL INQUEBRANTABLE

JAIME MUNGUÍA PIERDE, PERO EL BOXEO MUNDIAL GANA

Por JUAN GUTIERREZ JR.

Lo malo y lo bueno de la derrota de Jaime Munguía ante el francés Bruno Surace, el pasado fin de semana… Lo primero es que fue una dolorosa derrota, no sólo para el peleador tijuanense, sino para los seguidores del “Destructor”. Aquello parecía un sueño, una pesadilla, algo que no estaba pasando. El Estadio Caliente enmudeció, el rostro de Julio César Chávez Sr. era de incredulidad y así los miles de aficionados.

Pero lo “positivo” de esta caída es que el boxeo recobró credibilidad y trataré de explicarlo: desde el día que anunciaron a Surace como rival de Jaime, muchos dijeron que esa pelea iba a ser algo así como un “entrenamiento pagado”.

Durante la transmisión, antes de empezar el duelo, se dijo al aire que Munguía debía acabar con el peleador galo en dos o tres rounds, cuando mucho, dando a entender que el francés no traía nada y que era un rival a modo, pero qué equivocados estaban.

Este resultado, una vez más, nos demuestra que en el boxeo no hay nada escrito y los que piensas que muchas veces se contratan boxeadores “barcos”, que se vengan a caer, se equivocan estrepitosamente.

Hay quien piensa que las peleas se “arreglan” y que en este tipo de peleas “todo está planchado” para que el peleador local no tenga problemas para alzarse con la victoria, en una especie de engaño a los aficionados.

Para un empresario sería muy fácil ofrecerle a un peleador 50 o 100 mil dólares más por “chambear”, sin embargo, todos los peleadores sueñan con ganar una pelea a un grande, como Jaime Munguía, y ponerse en los cuernos de la luna, como en este caso y se juegan el todo el todo por el todo.

Cualquier peleador se hubiera quedado en la lona cuando, Munguía mandó a la lona a Surace, en el segundo round, aprovechando esa poderosa izquierda al mentón, que parecía que no se iba a levantar, pero el peleador se incorporó milagrosamente y, después, en el sexto round acabó con una derecha de la quijada de Jaime, ahí todo se vino abajo.

Aquellos que “pronosticaban” una “noche tranquila” el tijuanense se tuvieron que tragar sus palabras y reconocer que el francés se había preparado muy bien, como la mayoría de los peleadores, con la ilusión de dar el batacazo, cuando estás muy abajo en las apuestas.

En un abrir y cerrar de ojos, Surace se sacó la lotería, pues de ser un peleador prácticamente desconocido se fue al estrellato meteóricamente, la prensa mundial destacó su triunfo inobjetablemente, del cual nada se tiene que decir, sino únicamente felicitarlo, como lo hizo el propio Munguía, en una actitud de caballeros.

Cierto que Munguía perdió y se le fueron, por el momento, peleas importantes y de buen dinero, sin embargo, el boxeo ganó y echa por tierra todas esas leyendas urbanas sin sustento, sólo para hacerle daño al boxeo.

En la caída de Munguía, irremediablemente, se tiene que recordar lo que decía el legendario Arturo “Cuyo” Hernández, quien les subrayaba a sus peleadores, “cuando vayas contra un rival desconocido, corre un kilómetro más”, dando entender aquel refrán que puntualiza: “la confianza mata al hombre”.

Las “chicas” en el boxeo siempre han existido, como la derrota de Mike Tyson ante un ilustre desconocido como lo era, James “Buster” Duglas, en febrero de 1990, en Tokio. Tyson fue noqueado en diez asaltos. El mundo entero no lo podía creer.

A Humberto “Chiquita” González le ofrecían una pelea, con una gran bolsa, para ir a España a enfrentarse al africano, Nana Konadu, quien tuvo cinco veces en la lona a Gilberto Román para arrebatarle del título supermosca CMB, en duelo celebrado en la Arena México, en noviembre de 1989.

Gilberto “Cobra” Mendoza, mánager de le “Chiquita”, rechazó esa generosa oferta y mejor optó por llevar a Humberto a Los Ángeles, para medirlo frente al filipino, Rolando Pascual, que en ese momento tenía 29 peleas, con sólo ocho nocauts y aunque iba ganar menos el mexicano, se estimaba una pelea “tranquila”.

Igual que ahora con Munguía se criticó al rival de González, pues se consideraba a Pascua, un filipino de poca monta y que no correspondía al nivel que tenía en este momento el peleador mexicano, de Ciudad Neza, Estado de México.

Esa pelea se llevó a cabo en diciembre de 1990, mismo año de la desgracia de Tyson. Obvio que la “Chiquita” era superfavorito, pero el filipino lo clavo en el sexto round de una manera brutal, fue un nocaut efectivo.

El boxeo es así…


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