FUERON ÍDOLOS, PERO…

CUANDO EL COLOR DE PIEL ERA UN PECADO EN ESTADOS UNIDOS, FUERAS QUIEN FUERAS

Por RODOLFO RAYÓN RODRÍGUEZ

Parece existir un contrasentido en la aseveración, dioses del cuadrilátero, en la época que prevalecieron, si bien aplaudían sus aciertos deportivos dado su color de piel no les permitían entrar a hoteles y restaurantes de los blancos.

Aquí tres ejemplos, Floyd Patterson, Sonny Liston y Muhammad Ali, a base de puñetazos se abrieron el camino del éxito. Floyd, bautizado por Ali como «El Conejo». Liston ex presidiario, condenado por atraco y reconvertido en campeón mundial, poseedor de una furia inagotable de 97 kilos, intransigente, llegó a romperles el tímpano a varios oponentes y otros perdieron la vertical en cosa de 58 segundos.

Era aterrador arriba del cuadrilátero, debió ser el único al cual Cassius Clay llegó a temer, aunque éste último fue considerado patrón y reflejo de su época.

Floyd Patterson, Sonny Liston y Muhammad Ali. El primero dos veces campeón completo 1956-1959 y entre 1960-62. El segundo reinó entre 1962-64. Y el tercero, Cassius Marcellus Clay, abrazó el Islam y renació como Muhammad Ali después de alzarse con el primero de sus títulos en 1964.

«Vuela como mariposa, pica como abeja». Clay/Ali es el único bailarín que deslumbró en el ring, aunque en su momento Willie Pastrano y Nicolino Locche dejaron muestra de su habilidad con las piernas. Al argentino le bautizaron como «El Intocable».  En la historia del boxeo llegaron a figurar otros de igual raigambre, Jack Johnson primer negro en obtener un campeonato, pero despojado del mismo por mantener relaciones con mujeres blancas. El longevo Joe Louis retuvo la corona entre 1937-1950. Rocky Marciano uno de los pocos blancos, peleaba como negro, se retiró luego de seis defensas.

Floyd Patterson estaba considerado el ser humano más educado y condescendiente. Dada su introspección dieron en llamarle Freud. Durante su reinado, dejó de atacar a un rival ya desarbolado y a su merced para ayudarle a buscar el protector bucal, que salió despedido por el golpe. También convenció a un árbitro que detuviera una pelea y ahorrarle un castigo innecesario a Tommny «Huracán» Jackson.

La piedad, no fue virtud en Sonny Liston. Una vida injusta con este campeón, infancia misérrima junto a sus 24 hermanos; vivió entre dos soberanos que acabaron gozando del fervor popular: Patterson y en especial Ali. La prensa nunca perdonó que un negro malo como él, arrebatara el título a un negro bueno: Patterson. Uno educado, con aspecto de buena persona. El otro -analfabeta, ex presidiario y matón de la mafia-.

Cuando tenía 18 años, aún no se había cambiado el nombre, Clay obtuvo el oro en los Juegos Olímpicos de Roma. Cuatro años después, Liston dio oportunidad a disputar el título.  Liston. una máquina demoledora, los expertos coincidían que aquel jovenzuelo no tendría oportunidad. Su estilo, siempre en movimiento y su forma de expresarse le ganó el mote de «El Bocazas», puesto que argumentaba conocer en qué round vencería. En la mente se grabó aquel señor hierático y tembloroso, castigado por el parkinson, encender el pebetero olímpico en los Juegos de Atlanta 96.

Congraciarse con él para reconocerle uno de los grandes íconos de Estados Unidos a la altura de los Kennedy, Marilyn Monroe y Malcom. Estados Unidos se felicitaba por sus éxitos deportivos pero la entrada a hoteles y restaurantes formaron una barrera racial. Ali estaba preparado para el mundo, pero el globo terráqueo no con este rebelde que jamás pidió perdón y que no entendía las contradicciones del país. Su victoria de 1964 contra Liston fue inapelable y aún más la de 1965, cuando superó al «Oso Feo» en el mismo primer asalto de la revancha.

Su reinado fue tan largo como el de Joe Louis. En 1967 su negativa de ir a la guerra en Vietnam ocasionó la pérdida del título y un condenado de cinco años, revocando su sentencia en 1971. Había sido expulsado en el apogeo de su carrera, recuperó el cetro mundial hasta 1974 contra George Foreman en Kinshasa, Zaire; pero ya no era el mismo, sin velocidad y privado de su agilidad y velocidad que le permitía esquivar golpes, aprendió a encajar castigo y mantenerse de pie, pero condenado a padecer problemas neuronales que acortaron su vida.

El 15 de febrero de 1978 perdió el título con Leon Spinks, siete meses después tuvo fuerzas para volver al trono. Quedó grabada en la mente el 3 de junio de 2016 cuando emprendió el gran viaje.

Soberbio, insolente y genial, nadie lo recordaría si únicamente fuera un showman lenguaraz y ególatra, que vaticinaba en que round y minuto ganaría.


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